Valparaíso se despuebla, la población decrece, ¿dónde están los porteños y las porteñas?, el mito nos dice que desperdigados por el mundo, donde uno viaje se encontrará con algún porteño patiperro.
Las calles céntricas, atestadas de gente durante el día, quedan desiertas al atardecer. “Toda la playa, desde un extremo a otro de la bahía, era un desierto que sólo visitaban las mareas…”, escribió Vicente Pérez Rosales hace más de un siglo.
Leo un informe sobre el Censo de Población del 2017 [1] y los datos, de hace seis años, son aterradores. La ciudad de Valparaíso tiene 296.655 habitantes. Recuerdo que de niño sabía que la ciudad tenía algo así como 340.000 habitantes, y eso que los cerros altos no estaban tan poblados ni existía Curauma.
Pero acerquemos la lupa al “plan”. El Almendral, en 2017, contabilizaba 8.289 habitantes. El Puerto, entre plaza Aduana y Plaza Sotomayor, 177 habitantes. Sí, leyó bien, 177 habitantes entre plaza y plaza, de Serrano a Errázuriz. Ambos sectores con una densidad de población de casi 50 habitantes por hectárea.
En otras palabras, las calles del plan de Valparaíso no tienen vecinos, dejaron de ser barrios. La Municipalidad hace esfuerzos notables por mantener las calles aseadas y limpias, se han remodelado jardines y plazas, hoy asistimos a la campaña de pintura de fachadas, acciones todas muy destacables, aunque lo normal es que muchas de ellas debieran corresponder a los propios vecinos.
Pero si no hay quien viva en esas calles, ¿quién velará por su cuidado? El barrio habitado suele ser un lugar cuidado y protegido por sus propios habitantes. Tan solo 177 habitantes en el “barrio” puerto. No deja de alarmarme esa escuálida cifra. Y entre las mayoritariamente míseras habitaciones que ocupan esos 177 habitantes se esparcen terrenos baldíos, edificios abandonados, convertidos en ruinas que habrán dejado el último terremoto, el último incendio, la última explosión. Lo mismo se puede aplicar para el extenso barrio del Almendral.
Sólo por comparar, en Santiago, en la misma extensión de territorio, en el centro de la ciudad, viven 27.000 personas.
El “abandono” del plan se debe a un éxodo hacia las partes más altas de los cerros que han sido ocupadas por numerosas tomas y campamentos, hacia la no tan reciente urbanización de Curauma, además del clásico y tradicional traslado de la población de Valparaíso a la vecina Viña del Mar. No ahondaré aquí en las explicaciones de tal éxodo masivo de habitantes, me interesa más pensar en las posibilidades de repoblar este desierto de ciudad.
Como no soy urbanista ni planificador, menos autoridad, ni tengo santos en la corte, y como soñar es gratis, vaya el deseo por delante, impuso utópico de un nostálgico del futuro, para imaginar la ciudad que fue y que puede ser y seguir siendo.
Recuperar el plan de la ciudad del abandono en que se haya es volver a habitarlo. Cierro los ojos y quisiera ver esos sitios eriazos, ocultos tras fachadas derruidas, convertidos en edificios habitacionales de baja altura, en viviendas sociales. Cierro los ojos y quisiera ver tantos antiguos locales comerciales, que ya no funcionan, convertidos en residencias de familias jóvenes. Cierro los ojos y quisiera ver esos grandes edificios institucionales, bancos por ejemplo, que ocupan maravillosas y antiguas estructuras absolutamente subutilizadas, convertidos en centros culturales, comerciales, talleres de arte, centros de emprendimiento (buen intento está haciendo la Universidad Santa María con el edificio de La Bolsa). Cierro los ojos y veo un barrio Puerto habitado, verdaderamente “barrio”, para que vuelvan todos aquellos que se han ido, empujados o no, a la punta del cerro, esas personas que por no tener dónde vivir se quedaron lejos de todo.
«Cierro los ojos y quisiera ver tantos antiguos locales comerciales, que ya no funcionan, convertidos en residencias de familias jóvenes. Cierro los ojos y quisiera ver esos grandes edificios institucionales, bancos por ejemplo, que ocupan maravillosas y antiguas estructuras absolutamente subutilizadas, convertidos en centros culturales, comerciales, talleres de arte, centros de emprendimiento (buen intento está haciendo la Universidad Santa María con el edificio de La Bolsa)».
Gran parte del plan, Almendral y Puerto está vacío. Claro, a la espera de la especulación inmobiliaria que con cada día que pasa genera menos atractivo para inversionistas y más problemas para la autoridad.
Los cerros de Valparaíso históricamente se poblaron porque el estrecho plan, entre los cerros y el mar se agotó rápidamente. Hoy los cerros están atestados, barrios enteros sin servicios básicos, sin infraestructura urbana, sin transporte público, sin escuelas ni consultorios. ¿Y abajo?, abajo tanto espacio perdido, abandonado, esperando al habitante que “encadenó las calles”.
Abro los ojos y creo que es posible ver esas calles, Serrano y Blanco, Prat y Cochrane, con niños saliendo en las mañanas de sus casas al colegio, viejos caminando al atardecer por Esmeralda y Condell, vecinos regando un ante jardín en Pedro Montt, haciendo ciudad, habitando la ciudad.
Mientras tanto, es domingo en la tarde, y a excepción de uno que otro grupo de turistas no anda nadie en la calle; es jueves, 19.00 horas, y además de un equipo de aseo municipal, la calle Prat es sólo un laberinto de recuerdos olvidados; salgo del trabajo, paso por Plaza Sotomayor, buena iluminación sólo para una estatua y las fachadas del pasado, un barco deja la bahía, parece que se lleva todo, el barrio, la gente, la vida.
“Valparaíso, dónde andarás, en que penumbra te ocultarás…”