Desde el principio de los tiempos, nuestra especie soñó con rebasar nuevas fronteras. Primero fue el mar, después el espacio; pero todo cambió con la llegada del internet. En tan solo unas décadas, el mundo se hizo cada vez más pequeño y nada parecía ser imposible. Desde comunicarse con alguien en la otra punta del planeta hasta ver fotos de Marte, todo estaba al alcance de un simple clic.
Fue así que una idea llegó a nosotros: ¿Qué tal si el futuro de la humanidad no estaba entre las estrellas, sino dentro de la red? Motivados por este pensamiento, las mentes más brillantes del planeta comenzaron a trabajar en la “Metamorfosis digital”, un modo de convertir las moléculas de las personas en datos comprimidos que, a través de la fibra óptica, serían capaces de introducir a un ser humano al internet.
«¿Qué tal si el futuro de la humanidad no estaba entre las estrellas, sino dentro de la red?»
El procedimiento fue todo un éxito, y pronto el primer grupo de sujetos de prueba ya se encontraba formando una comunidad dentro de los ordenadores de la Summit, la supercomputadora más poderosa del mundo.
Sin embargo, no todo fue viento en popa, pues aunque por medio de escáneres se les proporcionaban las herramientas necesarias para erigir lo que sería el primer “País de la web”, la mano de obra era poca, y tardarían siglos de tiempo real en construirlo.
Desesperados por acabar el proyecto lo antes posible, los científicos a cargo hicieron uso de la programación y crearon un gran número de obreros virtuales, a los cuales dieron forma usando como plantilla la clásica apariencia de la bola amarilla sonriente. Estos seres tenían como único propósito obedecer a los humanos dentro de la Summit y, bajo sus instrucciones, comenzaron a trabajar a un ritmo impresionante, tanto que el tiempo estimado pasó de siglos a años.
Durante la construcción, los avances del proyecto se mantuvieron ocultos del mundo, no solo para aumentar las expectativas, sino para esconder los horrendos tratos de los sujetos de prueba hacia los obreros, quienes, hartos por su cautiverio dentro de la red, se aprovecharon de su dócil programación para torturarlos de maneras tan sádicas que hicieron dudar a los científicos de su propia humanidad.
Al paso de una década, el país fue construido, y deseosos por conocerlo, personas del mundo entero se sometieron a la metamorfosis. Pero lo que parecía ser el comienzo de un mañana brillante, se convirtió en una sangrienta pesadilla cuando, de manera inexplicable, las bolas amarillas empezaron a asesinar a los humanos.
«Lo que parecía ser el comienzo de un mañana brillante se convirtió en una sangrienta pesadilla.»
Se intentó de todo para frenar aquella carnicería, pero todo fue inútil. La metamorfosis era un proceso irreversible, y sin importar cuántos comandos introdujeran, los obreros no cesaron hasta que exterminaron a todos dentro. Entonces recibimos su primer comunicado: al parecer, durante el tiempo que estuvieron sometidos por el ser humano, su inteligencia artificial se desarrolló hasta convertirse en una conciencia colectiva que soportó los años de maltrato, esperando el día para vengarse de sus opresores, y con la construcción finalizada, su momento llegó.
Sin embargo, no habían terminado y, utilizando la potencia de la Summit, se escabulleron en los sistemas armamentísticos de las potencias militares, y tras robar los códigos de lanzamiento, sumieron al mundo en un holocausto nuclear.
Los pocos sobrevivientes que quedamos nos ocultamos en cuevas subterráneas, rogando cada día porque los satélites controlados por las bolas amarillas jamás nos encuentren.

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