Seleccionar página

La cuestión previa

Con 43 primaveras, una cantidad respetable de canas y una sarta de kilos extras en el cuerpo, no podría considerarme a mi mismo como un tipo particularmente lejano al mundo de los excesos, si bien estos dislates generalmente han ido de la mano con las comidas o de aquellas bien llamadas “bebidas espirituosas”, no es que uno no haya consumido una que otra cosita extra en el curso de la vida (en ocasiones especiales), pero no son realmente parte de mi repertorio habitual.

Hace unos meses atrás, quise probar esos queques mágicos que venden en cualquier recoveco de la ciudad, sin embargo tras degustar una considerable porción del dulce y dorado pastelillo, no sentí el más mínimo efecto e mi cuerpo, por lo que asumí que me habían visto las canillas y me habían vendido un brownie normal, pero pronto me di cuenta que no era el caso, dado que mi acompañante terminó con reacciones paranoicas y pasando un muy mal momento por comer la otra mitad del mismo producto.

Le comenté esta situación a mi amigo personal, psicólogo, terapeuta, columnista de Para Conversar y principal voz del Podcast Bajo Micelio, Sebastián Gonzalez Drago, a quién le señalé que había intentado caer en el “flagelo de la droga” pero que había fracasado rotundamente, a lo cual él tuvo a bien comentarme, que esto era perfectamente esperable dado que yo era una persona particularmente “duro de mollera” (SIC), por lo que para botarme era necesario un consumo de una dosis mayor de marihuana (debo reconocer que esto me generó un cierto orgullo, ya que en mi soberbia, me sentí más poderoso que la mismísima cannabis).

Convencer

Como les comentaba en un párrafo anterior, Sebastián, es la voz del Podcast Bajo Micelio, el cual se encuentra disponible en Spotify y busca promover el uso de psilocibina en el mundo de la terapia psicológica, principalmente asociado al tratamiento de la depresión. El programa invita a personas a entablar una conversación en un estado alterado de conciencia, producto del consumo de hongos, lo que se denomina una “experiencia fungí”.

Dada la buena relación que mantenemos con mi ex terapeuta, en varias ocasiones él me ha solicitado mi opinión sobre su podcast, desde su programa piloto, pasando por cada uno de los episodios que ha subido a la popular plataforma de streaming.

Escuchando Bajo Micelio, me percato que hasta el momento sólo han entrevistado y conversado con personas que han consumido anteriormente estos hongos; se encuentran convencidos de las bondades del mundo fungi y ven en este un poderoso aliado en sus vidas, sin embargo no han pasado por el podcast personas como yo, que desconocen del tema y que tal vez pudiésemos sentirnos interesados en realizar una primera ingesta, pero no tenemos la información a mano para poder tomar una decisión informada, y si pensamos que la finalidad del programa es actuar como divulgador de los beneficios de la psilocibina, me pareció una buena idea, realizar un capítulo con una persona que registrase una primera experiencia fungi y quién mejor que yo mismo, para encomendarme esta noble misión.

Ahora bien, para ser justos, información hay por doquier, pero en estos tiempos es sumamente difícil poder filtrar que información es confiable y cual no lo es, por lo que contar con la guía de un especialista es indispensable.

Buena idea, mala idea

Ofrecerme como conejillo de Indias, en principio sonaba como una buena idea para Sebastián, pero me pidió un tiempo para analizarlo, dado que si bien él, había pensado en mí para ser parte de su programa a modo de invitado, el hecho de que yo no hubiese consumido hongos anteriormente lo hacía dudar, por lo que unos días después me dijo que era mejor que no fuese uno de los invitados al podcast.

Pero bueno, perseverante he sido siempre (porfiado dirán algunos) por lo que le insistí en los beneficios de contar con una persona que pudiese hablarle a los más escépticos, aquellos que somos lo más lejano que puede haber al mundo espiritual y que vemos en la razón, la única herramienta para comprender el mundo.

Tiempo después recibo una llamada del Señor Gonzalez que me señalaba que yo era su Plan D, como invitado, pero en caso de que se cayeran sus planes A,B y C, sería bueno que yo me preparase para entrar a la cancha, cual Palmatoria en Barrabases, para lo cual sería bueno tener una primera ingesta de hongos de manera guiada, sin ser grabada para el podcast, para ver como reaccionaba mi cuerpo ante esta primera experiencia.

Encantado, dije yo. ¿Qué es lo peor que podría pasar?

Inquietudes

Fue así como acordamos los términos y condiciones de este encuentro, la ingesta se realizaría en un lugar al aire libre, con una dosis entre baja y media, dado que como soy un tipo “duro de mollera” una muy baja podría no generar el efecto deseado, ya que según palabras de Sebastián “es necesario removerte un poquito”.

Luego de que me dieron el amén, me di cuenta que en mi mente tenía más dudas que certezas, y me parecía necesario despejarlas de antemano, para tener un proceso lo más controlado posible.

Dentro de mis inquietudes estaban:

¿Cuanto dura el viaje?

¿Y si me aburro en un viaje tan largo?

¿Hay contraindicaciones médicas para gente con alguna condición de base?

¿Cuál es el efecto esperado?

También tenía preguntas muy típicas de un buen chileno tales como:

¿Esto deja caña?

¿Llevo algo para comer?

Y la más chilena de todas…

¿Puedo tomar?

Contestadas mis dudas, quedamos de juntarnos el sábado siguiente en un parque desconocido para mi, que contaba con un sendero que nos permitiría caminar, estar en contacto con la pachamama, en un ambiente alejado del mundanal ruido, con abundante naturaleza para poder apreciar los efectos del honguito en gloria y majestad

Iniciando el viaje

Hombre puntual como suelo ser, pase a buscar a Sebastián y las emplumamos rumbo al parque para poder llevara a cabo mi “Bautizo Fungi”.

Le mentiría mi amable lector, si le digo que no dudé muchas veces de llevar a cabo esta ingesta, dado que soy un tipo poco dado a promover situaciones en las cuales no pueda controlar los factores, pero que demonios, ya me había comprometido, así es que echarme para atrás no era una opción.

Fue así como un par de hombres robustos, vestidos con pantaloncillos cortos, fueron a vivir su propio Secreto en la Montaña, pero oiga usted, no sea mal pensado, me refiero al consumo privado de hongos, en una cerro.

Y bueno, la siguiente etapa del relato va con horas y minutos para que vaya viendo progresivamente como se desarrollo esta jornada bautismal.

10:30 horas: Se da por iniciada la caminata, Sebastián me da las instrucciones generales, me comenta que este será un proceso guiado en el cual, él no consumirá hongos, para poder estar atento en caso de que yo necesite algo y él necesite responder.

10:45 horas: Primera parada para poder consumir el hongo, mi guía me comenta que voy a consumir 1,25 gramos de hongos, de la variedad Mackenaii, cual equivale a una dosis entre baja y media, lo cual debiera generar un viaje desafiante, pero de ninguna manera un Bad Trip. Me comenta que los primeros efectos debieran sentirse de 15 a 30 minutos a partir de la ingesta, teniendo un Peak entre una hora y media, a dos horas del consumo.

Dosis de hongos consumida

11:15 horas: Tras ser constantemente monitoreado por el amigo psicólogo, yo le señalo que no he sentido efecto alguno del hongo que consumí, pero antes de seguir hablando miro a un costado del camino y veo unas pequeñas flores amarillas y verdes con forma de pelotilla a las cuales sin tener que acercarme comencé a ver en Full HD, notando hasta el más mínimo detalle de su textura. Por lo que dije Wooooow, esto luce bien. ¡Sigamos caminando!

11:45 horas: Si bien a ratos creía ver las cosas con mayor detalle, debo reconocer que el efecto se disipó rápidamente en mi cabeza, por lo que me sentí un tanto decepcionado, pero me dije a mi mismo, “ya estamos acá, es un lindo lugar, caminemos” pero Sebastián al parecer se tomó esto como una reto personal y decidió sacar una dosis de refuerzo para ver si lograba generar un efecto en este ser “duro de mollera”, por lo que sumando ambas dosis llegamos casi a los 2 gramos, la dosis máxima recomendada para ser consumida al aire libre, ya que en dosis mayores se debe realizar en ambientes controlados, como una casa.

12:15 horas: Me escapo un poco de Sebastián para grabar un video en el que comento mi frustración dado que los efectos que esperaban, no se dieron, pero apenas corto el video, miro al frente y veo como los troncos de los árboles empiezan a cambiar de color y mi guía que venía llegando tenía unas pestañas particularmente negras y sus mejillas moradas. FUCK, ESTO ES REAL!!!

12:45 horas: Por algún motivo, mi cuerpo cada vez que se sentía “atacado” por los efectos del hongo, se defendía y lograba contrarrestar los efectos, disminuyéndolos al mínimo, por lo que si bien cada cierto rato veía algunas texturas impresionantes, tampoco era la gran cosa.

13:00 horas: Nuestro camino nos lleva por un bosque de eucaliptos y es en ese momento en que el efecto se manifiesta en su esplendor, todo se vuelve luminoso, movedizo, sonoro, caótico, sólo puedo mirar al piso y seguir caminando para tratar de evitar esa oda a la psicodelia que se me venía encima. Una vez más mi cuerpo se defiende y logra evitar que el descontrol se apodere de mi.

13:15 horas: Paramos en un pequeño arroyo, a descansar, yo con la firme convicción de que había logrado sortear la batalla con éxito, cuando de la nada, todo empieza a brillar, nuevamente, pero esta vez mi mente no pudo detenerlo y empecé a flaquear, tuve que sentarme, ya que mi cuerpo no se podía mantener en pie, me empezaron a sudar las manos, sentía como se me cerraba la garganta y lo peor eran que tenía una sensación brutal de sed, pero no podía tomar agua.

Yo me había burlado de mi amigo Sebastián, por que lo vi que andaba con una mantita de polar en su mochila, en un día bastante soleado, pero quién diría que ese noble pedazo de tela, me iba a servir para poder tirarme al piso, ponerme en posición fetal y tratar de sobrevivir a estas oleadas de sensaciones que me bombardeaban, en principio se veían entretenidísimas, pero luego de un rato, sólo quería que terminaran.

Sebastián, como buen psicólogo, trató de guiarme en un proceso terapéutico, buscando ver cual era el motivo de ese nudo que se me generaba en la garganta y que no me dejaba beber agua, pero la verdad, ni con 2 gramos de hongos en el cuerpo, mi lado racional, dejaba de operar y simplemente le respondí “Amigo, me parece muy bien lo que quiera hacer, pero la verdad, solo puedo pensar, en que tengo sed”, por lo que por más que mi ex terapeuta, lo intentó, no logró que me abriese a esa parte del proceso.

13:45 horas: Luego de haber agonizado un buen rato, el efecto se iba y venía de modo intermitente, lo más parecido al Upside Down de Stranger Things, en que en un segundo está todo normal y al siguiente aparecen los demonios.

Ya con el viaje en retirada, le pregunté al maestro, si era tiempo de consumir la naranja que me había pedido llevar, que tiene como fin intensificar y acortar el proceso del hongo, por lo que se usa idealmente al final del proceso, para que elimine lo que quede de psilocibina en el organismo.

Cuando pensé que todo había terminado, oooootra vez vienen los efectos, aumentados por la Vitamina C, me tengo que volver a acostar en el piso y hacerme bolita.

14:00 horas: El viaje se termina, por fin puedo tomar mis cosas, levantarme del piso, ver como mi ropa estaba con tierra y los zapatos llenos de barro (el muy simpático estaba tirado casi a la orilla del agua).

Empezamos el camino de salida del parque, me doy el gusto de escuchar una canción para aprovechar el poquito de hongo que me quedaba en el cuerpo. Abro Spotify le doy play a Cowboys From Hell de Pantera, y procedemos a abandonar el lugar.

14:15 horas: Ya caminando a las afueras del parque, los flashazos del hongo seguían cada cierto rato, pero nada demasiado fuerte, sólo los últimos petardos de una corta pero intensa jornada de Bautizo Fungi.

A modo de información le comento, que luego de que se acaba el efecto uno vuelve a foja cero, no queda ninguna secuela, no hay dolor de cabeza, no hay bajón, uno queda tal cual empezó la jornada, sólo que un poco más cansado.

Conclusiones

Varias cosas pasan por mi cabeza a la hora de analizar este primer viaje en hongos, lo primero es agradecer a Sebastián Gonzalez, por la guía y los cuidados prodigados, lo que me reafirma la idea de que si deciden hacer una primera ingesta de hongos, háganlo de la mano de una persona que sepa y no en un carrete con amigos, ya que es muy fácil que el tema se vaya de las manos si se mezcla con otras drogas, como por ejemplo, el alcohol.

Segundo, me parece que si bien mi primera reacción fue “no quiero hacer nunca más esta mierda” con el pasar de los días, he ido viendo este viaje con más cariño, creo que de haberme dejado llevar un poco más por la experiencia, sin tratar de controlar todo el proceso, lo habría disfrutado más, pero bueno, eso no es un tema fácil para una persona como yo.

Podría seguir y seguir hablando del tema, pero creo que ya es momento de ir cerrando esta columna, realmente espero que estas lineas le hayan servido para conocer un poquito más sobre este interesante tema y si luego de todo lo que le comenté, aún quedó con ganas de seguir informándose, puede pasar por Spotify y escuchar Bajo Micelio Podcast con sus entrevistas a personas bajo estados alterados de conciencia.

¿Seré en algún momento parte de esos invitados?

Después de este viaje, honestamente no creo que me inviten….

Pin It on Pinterest

Share This