Desde que decidí escribir este texto me he puesto a pensar en las reacciones que podría traer el título de este escrito, no porque lo que tengo que decir sea algo muy importante y tampoco porque sea una verdad absoluta, me gusta imaginarlo porque creo que elevará algunas emociones y reacciones particulares.
Algunos podrían plantearse el hecho de que es fácil ser un terapeuta, independiente si es porque creo que la acción que realiza es fácil como “pff… escuchar y dar conejos… pan comido” o por el hecho de pensar de que tengo las aptitudes para ello. Por otro lado, estaría otro grupo de personas que sentirá que es insultante y poco adecuado este titular, ya que el ser terapeuta requiere un título profesional, o por lo menos mucho estudio para poder llegar a cumplir este rol. Si bien no concuerdo con ninguno de estos pensamientos, entiendo desde donde nacen, porque se nos metió en la cabeza que ser terapeuta es pertenecer a una elite o en su defecto, haciendo referencia al primer ejemplo, puedo “no creer” en ellos porque creo que son charlatanes, pero ¿saben qué? Cualquier persona puede ser un terapeuta, sin embargo, debe cumplir unas características que no son del todo gratas, y ese es un tributo que no todo el mundo está dispuesto a pagar. He aquí 5 de sus mandamientos, y te aseguro que si los cumples con estos principios, serás mejor que muchos de los que ostentan el título de “los servidores de la cura”.
Primero mandamiento: Un terapeuta no debe tomarse las cosas personalmente
Nada de lo que diga la persona que tienes al frente es sobre ti, siempre se trata de él mismo, si grita patalea o se enoja NO SE TRATA DE TI, aquí me acuerdo de un dicho que no sé donde diablos los escuché, pero viene al caso “a lo 15 años pensaba que todo el mundo me miraba, a los 30 dejó de interesarme si la gente me miraba, a los 45 me di cuenta de que no miraba a nadie y a los 60 terminé por entender que nunca nadie me miró” es este pensamiento el que debe guiar nuestros actuar, convertirnos en testigos impecables de la realidad, eso quiere decir que hay que vivenciar lo propio más no lo ajeno.
Segundo mandamiento: Un terapeuta no miente.
Muchos dirán en esta parte “Yo no miento; yo digo lo que pienso siempre; Yo no tengo pelos en la lengua, etc” Y si creen que “decir lo que pienso” es decir la verdad están muy equivocados, decir la verdad se trata de ponerse una mano en el corazón, la otra en la cabeza, mirar hacia adentro y describir con atención plena lo que siento y saber que, si mi boca emite un juicio, no es decir la verdad, es comportarse como alguien de 15 años, ya que es en esa edad donde los juicios si son parte de nuestro desarrollo, no pasado los 30 queridos lectores. A si es que si alguien les dice “yo digo lo que pienso, así que si te gusta bien sino también bien” usted mírelo, regálele una media sonrisa y dígale “Hay un psicólogo rebueno, llamado Sebastián González Drago, llámalo y agenda una cita”
Tercer mandamiento: Por sobre la empatía está la conciencia.
Nunca voy a saber que se siente haber crecido en Mejor Niñez (Ex SENAME), ni qué pensaban las personas que tuvieron que vivirlo, ni mucho menos que emociones sentían cada día, aunque lo intente con todas mis fuerzas, no puedo ser empático con esas emociones, porque nos guste o no, la empatía es aplicable sólo en casos donde puedo acceder de forma vivencial a la experiencia de otro, entonces ¿Qué hacemos en los casos donde no he vivido nada parecido a la persona que está al frente? Puedo poner conciencia sobre sus experiencias e intentar reflexionar sobre sus vivencias, y cuando entiendo que ese ser humano que está al frente mío no soy yo y que el sufrió, lloró o lo que sea puedo decir que soy mejor persona, que quizás no tenga tu experiencia de vida, pero que puedo hacer el acto mamífero de acompañar a otro en su sentir.
Cuarto mandamiento: Tengo que estar atento a mí mismo
Creo que este es el acto más difícil de todos, ya que de verdad nunca nos hemos tomado el tiempo de aprender a identificar que nos pasa, primero porque nos enseñaron, desde la más tierna infancia, a obedecer a los adultos mas que a lo que a nuestro corazón dictaba, y segundo porque en la adultez reemplazamos a la figura de los adultos con un cerebro racional muy castigador que nos pide cada 5 segundos que hagamos lo que debemos y no lo que queremos, aunque hay muchos casos en que ambos son lo mismo, es mejor vivenciarlos como una orden, así nos podemos quejar más fácilmente y convertirnos en víctimas rápidamente (Ustedes saben, a nadie le caen bien los victimarios, es mejor que seamos víctimas). Con el castigo y el reto instalados en nuestras cabezas y por sobre todo en nuestros corazones, se nos dificulta más el hecho de saber que es lo que sentimos, estamos condicionados a olvidar el acto presente de saber como que pasa por nuestro mundo interior. Esto es importante en terapia porque uno puede ver que le pasa con el relato de otro, y acompañarlo en el tránsito de su proceso.
Quinto Mandamiento: Es mejor un silencio largo que una palabra sin sentido.
Quizás esto no sea tan popular, pero… cállense frente a otro y escuchen, creen un terreno en el interior de ustedes mismos apto para que caminen los relatos de otro ser humano sin intervenir con sus ideas y sus juicios, cosa que en el silencio la persona se sienta escuchada mas no juzgada, porque en realidad lo más importante en la terapia es que la otra persona pueda sincerarse con un corazón abierto y una cálida mirada pueda hacerlo sentir que no es terrible sentir lo que siente, y que puede dejar de sentirse sólo en sus batallas
Finalmente quiero hacer una pequeña analogía, hay una película llamada Ratatouille donde el padre del protagonista había escrito un libro de cocina llamado “Todo el mundo puede ser gran cocinero” y el antagonista Ego odiaba ese título porque sentía que no todo el mundo puede convertirse en uno, ya que requiere disciplina y un otras tantas cosas más, sin embargo el título hacia una referencia mas profunda y era que un gran cocinero puede venir de cualquier lado y eso es lo que he intentado transmitir en este texto, no es que todo el mundo pueda ser un terapeuta, sino que un gran terapeuta puede venir de cualquier lado, de este modo alejamos la condicionante del estudio y dejamos lo verdaderamente importante y que estar con otro ahí presente, acordándome de mi, sabiendo que nada es personal, guardando las voces para dar espacio al silencio y sin mentiras puede ayudar profundamente a otro.
Termino citando a mi maestro, Claudio Naranjo que dice: “Una buena amistad puede ser igual de buena que una terapia, sin embargo, debe cumplirse una condición, que no tengan miedo a decirse la verdad, sin mentiras… Un vínculo genuino puede ser de mucha ayuda”
«Tengo que estar atento a mi mismx » eso me resonó mucho. Siento en lo particular que de manera muy automática todo lo que va sucediendo internamente lo voy dejando en segundo plano. Hasta que comienzo a sentir un profundo malestar, que para mí comúnmente es tristeza encubierta en rabia, pasado eso vuelvo a conectar. Sin embargo puedo reconocer que la terapia me ha ayudado a que esos tiempos entre el tránsito de mi olvido, malestar y reconexión son más breves. Concluyó que son los grandes logros de mi proceso terapéutico, tambien frutos del tarot, oráculo, las amistades , la familia, etc. Ojalá todos tengamos una campanita que nos recuerde que somos lo más importante que tenemos.🙌🏽❣️