El difunto médico psiquiatra Ricardo Caponni señalaba en su libro «Felicidad Sólida: Sobre la Construcción de una Felicidad Perdurable» que cuando una persona se ve enfrentada a un problema demasiado sencillo de resolver, esto la desmotiva y, a su vez, cuando el desafío era demasiado complejo, esto también tendía a desmotivarlo.
Y bueno, eso es lo que me pasó al escribir esta columna sobre el tema de la desconfianza, dado que es una temática que, sólo pensar en abordarla, me da un pánico feroz, dado lo tremendamente complejo del tema.
Pero bueno, tampoco es que con estas líneas busque ganar algún premio de la academia, por lo que decidí hacerlo de todas maneras y no se me ocurrió mejor manera de empezar que utilizando una frase típica de standupero ñuñoino:
¿Se han fijado en la cantidad de recursos que invertimos como sociedad para evitar que nos hagamos daño unos a otros?
Según la encuesta CEP de junio-julio de 2023, el principal problema al que el Gobierno debiera dedicar su mayor esfuerzo en solucionar, es la delincuencia, asaltos y robos.
Tenemos todo un poder del estado (Poder Judicial) destinado a resolver agravios cometidos entre ciudadanos, quienes en un mundo ideal, deberíamos vivir en un estado supremo de colaboración, dado que si no vivimos en sociedad, básicamente nos acabamos como especie (no me venga con esas frases en las que usted declara que no necesita a nadie para subsistir, porque eso es totalmente falso, y usted lo sabe).
No solo tenemos uno de los tres poderes dedicados de manera exclusiva a este tema, sino que además contamos con un segundo poder (Poder Legislativo) que dedica buena parte de su tiempo a dictar leyes que permitan evitar que algunos miembros de la sociedad abusen de otros miembros menos privilegiados.
No contentos con eso, tenemos al tercer poder del estado (Poder Ejecutivo) enfocado buena parte del tiempo en establecer mecanismos de control para que nosotros, como ciudadanos, no seamos víctimas de la agresión de enemigos tanto internos como externos.
Del poder ejecutivo se desprenden el Ministerio del Interior, que a través de su ministro y su Subsecretaría del Interior, trabajan en conjunto con las policías (Carabineros e Investigaciones) para prevenir y controlar los delitos.
También hablamos de enemigos externos y claro, para eso contamos además con tres ramas de las fuerzas armadas, las cuales nos protegen por cielo, mar y tierra del posible ataque de algún país vecino u otro estado que se le ocurra venir a agarrarse de las mechas con nosotros.
Pero al parecer con esto no es suficiente, así que a nuestros gobiernos comunales también les damos la tarea de que nos cuiden, en caso de que en algún momento de locura pensemos en hacernos daño entre nosotros. Por lo que cada vez más aparecen vistosos vehículos con rudos y serviciales funcionarios municipales que deambulan por la ciudad en busca de prevenir los delitos.
Con esto debería ser suficiente, dirá usted, pero no, señor lector, esto recién comienza, como desconfiamos de la labor que realizan todas estas personas e instituciones, aquellos que poseen los recursos para hacerlo además contratan guardias de seguridad, sistemas de alarmas y cuando no hay más recursos, que demonios, igual le voy a poner rejas a mis ventanas y triple chapa a la puerta para que nadie vaya a entrar a mi casa o lugar de trabajo.
¿Será suficiente con eso?
¡Por supuesto que no! A todo este aparataje, usted le puede sumar los artículos disponibles para cuidar nuestras pertenencias cuando andamos en la calle: mochilas antirrobo, ese anillo que va en la carcasa del celular (no sé cómo se llama), gas pimienta y hasta ropa interior con doble fondo para guardar una platita en caso de que nos asalten.
Vamos nuevamente con la standupera frase:
¿Se han fijado en que siempre el responsable de las cosas malas que pasan «no es de acá»? En los pueblos chicos, la gente dice «debe ser gente de Santiago» o ahora, con el tema de la migración, «deben ser los colombianos o los venezolanos» porque «esa gente tiene otras costumbres», y así, el villano cambia según el lugar donde se cometa el acto, siempre con la firme convicción de que todo lo que tengo es gracias a mi esfuerzo y todo lo que tiene el otro es porque se lo robó o tuvo privilegios que yo no tuve (esa frase es de alguien, si usted se acuerda de quién, me cuenta).
¿Se han fijado en que siempre el responsable de las cosas malas que pasan «no es de acá»? En los pueblos chicos, la gente dice «debe ser gente de Santiago» o ahora, con el tema de la migración, «deben ser los colombianos o los venezolanos» porque «esa gente tiene otras costumbres»
¿Y en quién confiamos entonces?
Según la misma encuesta CEP, los niveles de confianza en las instituciones son bajísimos, y la tendencia muestra que eso lejos de mejorar, se profundiza.
Podría extenderme aún más en el detalle de las cosas que hacemos a diario para evitar hacernos daño entre nosotros, pero la pregunta del millón es: ¿Existe una solución posible a este tema?
Yo no tengo esa respuesta, pero confío ciegamente en que usted tendrá una…