Sé de muchos detractores de esta canción que su letra es una mera apología a la delincuencia, un tributo enmascarado de poesía al tradicional abigeato, que en las cercanías de fiestas patrias se hace habitual. Que no se debería rendir tanto honor y reconocimiento a una canción que enaltece el robo de ganado ajeno y el personaje encarnado en el cuatrero.
Pero más allá de las críticas, esta canción se lleva el reconocimiento de expertos y público en general. Hace mucho tiempo, una noticia publicada por El Mercurio en Economía y Negocios, señalaba que: «Gracias a la vida», «Mentira» y «El rock del mundial» ocuparon el podio en el sondeo realizado por Vidactual para elegir la canción local favorita de todos los tiempos. 51 músicos y críticos votaron por sus diez predilectas, y el resultado fue un amplio espectro que va desde tonadas de inicios del siglo pasado hasta jóvenes exponentes del pop actual.
El cuarto lugar lo ocupaba “Arriba en la Cordillera”, de Patricio Manns.
¿Qué tiene esta canción que la hace estar en todos los rankings de popularidad?
Pues tiene mucho de nosotros, de los chilenos, de esa síntesis que no es el mestizaje hispano-mapuche, sino la suma de mestizo y mapuche, de moro y gitano, de gañán y vagabundo. «Arriba en la cordillera» es una síntesis histórica de un modo de ser y de habitar el territorio, sin importar mucho de dónde se viene ni a dónde se va.
El mismo origen de la canción, compuesta por Patricio Manns en 1965, ya tiene una carga de mito y fantasía que sólo el que sabe de cordilleras puede trocar en realidad. Cuenta su autor que andando de farra con un primo, en las cercanías de Nacimiento, se les ocurrió quemar un establo. Aunque esto no pasó de un amago de incendio, los primos, asustados, emprendieron la huida. Uno a Santiago, Manns a la cordillera. Siguiendo unas vagas indicaciones montaña arriba, llegó a una escondida cabaña. “Me presenté y me encontré con unos gallos que eran como del siglo XVIII… Se pasaban el día entero pescando, en la Laguna del Laja… Pero su tarea principal era traer animales del otro lado. Casi siempre los vendían en Los Ángeles o en Mulchén, donde había mercado de reses” Entrado en confianza con los nuevos amigos, uno de ellos le contó la historia: “Cuando cruzamos para allá a buscar animales, vamos en fila india. Uno siempre va adelante. Esta vez le tocó a mi padre…”
«Arriba en la cordillera» es una síntesis histórica de un modo de ser y de habitar el territorio, sin importar mucho de dónde se viene ni a dónde se va.
Y así la historia de la montaña se hace poesía y canción, reflejo de un mundo perdido y olvidado, entre riscos y pasos cordilleranos, que nos habla de mucho más que el mero delito de abigeato.
Si escuchamos/leemos su letra con atención, podremos inferir que nos habla del mapuche. Específicamente del mapuche de la frontera, al sur del Biobío. El mapuche que se apropió y se adaptó al caballo, y que con el caballo cambió sus formas de vida y subsistencia. Gracias al caballo el mapuche las emprendió contra las estancias ganaderas hispano criollas de uno y otro lado de la cordillera, robando ganado en las temibles malocas y recogiendo el ganado cimarrón que se había reproducido en los pastos libres. Así el mapuche se hace ganadero y entra a participar del circuito comercial con la población chilena. Al ganado le llamaban kullín, que también se traduce como dinero, lo que demuestra que era utilizado como moneda de cambio.
«Si escuchamos/leemos su letra con atención, podremos inferir que nos habla del mapuche. Específicamente del mapuche de la frontera, al sur del Biobío. El mapuche que se apropió y se adaptó al caballo, y que con el caballo cambió sus formas de vida y subsistencia»
Las malocas del siglo XVIII devienen en la actividad del arriero, y el arriero se hace indispensable para la actividad ganadera. El arriero supone un gran conocimiento del caballo, del comportamiento del ganado arreado, del territorio cordillerano. El arriero hereda la experiencia del mapuche, y ya mestizado, se hace un sujeto histórico que vivirá en su oficio conformado por sus propias leyes, lejos de la institucionalidad del estado y la moralidad de la sociedad. El arriero conforma un sujeto y un mundo que se rige por las reglas del “arrierismo” donde sea que sea que se practique.
En el arreo de ganado producto de malocas o de recogidas de ganado cimarrón que anda libre en el monte o la pampa, en tierra de nadie o tierra de todos; en el arreo del ganado propio o por encargo o el arreo (cuatrerismo) de ganado ajeno, se produce un enfrentamiento entre la legalidad y la ilegalidad, pero siempre es necesario ser arriero. No sirve, ni se servirá de ningún botín quien ose robar ganado de un lado de la cordillera para llevarlo al otro lado, si no es arriero antes que cuatrero.
Y este enfrentamiento o contradicción entre lo legal y lo ilegal, entre un modo de vida aceptable y otro que escapa a las reglas establecidas, es lo que hace evidente Patricio Manns en su canción.
“Mi padre anduvo su vida, por entre piedras y cerros…”
Se trata de una forma de vida, más que un trabajo o un oficio, una forma de vida que se hereda.
“La maldición del arriero, llevo a mi padre esa noche, a robar ganado ajeno”
Se es arriero antes, y por sobre todo, que cuatrero. Una maldición, como si fuera una variable incontrolable, lleva al arriero a robar ganado ajeno. Pero si el hecho de que fuera ganado ajeno es parte del cuatrerismo, habría que entender que la maldición hace referencia a “esa” noche.
“Hasta mi casa llegaba, la ley buscando al cuatrero. Mi madre escondió la cara, cuando él no volvió del cerro”
La institución lo define “cuatrero”, el que delinque. La madre esconde la cara, vergüenza. Se da un principio de ambigüedad, vital en el arte, en que la poesía otorga un valor subjetivo sobre el valor objetivo, social, institucional.
“Nosotros cruzamos hoy, con un rebaño del bueno (…) Con que orgullo me querría (el padre) si ahora llegara a saberlo”
La herencia del padre se hace carne en el hijo. Pero ahora sobrevive a los guardias cordilleranos. El éxito borra la vergüenza.
Por último, que sea esta canción una apología al delito de abigeato queda en la subjetividad de cada quien. Se destaca, por sobre todas las cotas, la narración de un modo de vida, para muchos de nosotros, urbanos y citadinos, cargado de leyenda, mito y fantasía, que para los personajes de este relato es su universo y realidad. La subjetividad está en la mirada. El personaje se autodefine “arriero”, la ley lo busca por “cuatrero”. No se puede ser cuatrero si no se es arriero. Al fin y al cabo es arte, y en cuanto tal El Mercurio califica esta canción en el cuarto lugar entre las favoritas de todos los tiempos ¿El Mercurio miente? Al menos para mí no esta vez.
Foto de Portada https://www.flickr.com/photos/stgonostalgico/