Es claro que hoy aún ni en Chile ni en el resto de Abya Yala se integra igualitaria y equitativamente a todas las personas de orígenes diversos a la sociedad, aunque se han dado pasos y se ha avanzado, estamos lejos de resolver los problemas de raíz que por cientos de años han generado prejuicios raciales, desconfianza, rechazo a las diferencias y la marginación de los grupos de personas rechazadas. Lamentablemente el pensamiento y la visión de la gran mayoría de las personas mestizas adultas hacia las comunidades originarias, sigue adherido a la ignorancia y prejuicios de paradigmas coloniales.
¿Y cómo es posible que esto suceda todavía?, simplemente porque la estructura que sustenta este sistema sigue siendo la misma, ya que los avances que se han logrado no tienen aún la profundidad necesaria para transformarla, y así es como todos y cada uno de nosotros, de una u otra forma hijos de esta matriz seguimos alimentando un sistema que por cientos de años se sustenta sobre una jerarquía racista.
Desde mi experiencia me atrevería a decir que para vivenciar la interculturalidad en su profunda naturaleza el primer paso que debemos dar es tomar la decisión de disponernos a abrir nuestras mentes-corazones aunque esto nos resulte difícil, solo entonces tendremos alguna posibilidad de aceptar e incorporar en nuestra vida la diversidad cultural circundante sin los prejuicios adquiridos desde la sociedad que nos ha moldeado y nos limita.
Todos aquellos que estamos interesados en contribuir realmente al proceso de acortar la brecha de ignorancia y desigualdad que existe entre personas, comunidades y culturas de orígenes diferentes porque creemos que esta experiencia puede mejorar la sociedad de la cual formamos parte y enriquecer valiosamente nuestras vidas, si realmente queremos hacer de este encuentro una experiencia de convivencia respetuosa, nutritiva y amorosa, tenemos antes una responsabilidad: debemos revisar en nuestro interior que tan profundo es este sentir, ya que si bien podemos llegar a aceptar que habitamos un territorio pluricultural y multilingüe y con esto reconocer que efectivamente existen diferencias entre las culturas que nos circundan e incluso decir que respetamos y validamos dichas diferencias, esto no es suficiente; No avanzamos realmente hacia grandes cambios si seguimos interna y calladamente pensando que una sola es la verdad absoluta (generalmente la propuesta de pensamiento occidental) y en la práctica nos cerramos a aceptar las propuestas diversas de personas de cosmovisiones diferentes, porque estas propuestas nos resultan extrañas y por ende las juzgamos como erróneas.
No avanzamos realmente hacia grandes cambios si seguimos interna y calladamente pensando que una sola es la verdad absoluta (generalmente la propuesta de pensamiento occidental) y en la práctica nos cerramos a aceptar las propuestas diversas de personas de cosmovisiones diferentes.
Debemos indagar en nosotros mismos de manera reflexiva y consciente y cuestionarnos si ¿realmente nuestra participación en interculturalidad aporta a un cambio estructural profundo o seguimos alimentando la misma matriz?
La interculturalidad nos invita a un proceso esencialmente transformador, un proceso a través del cual podamos renacer como personas que se disponen a re-aprender a limpiarse de estructuras internas castrantes, a deconstruirse, decolonizarse y orientarse hacia nuevos paradigmas, donde el propósito es intervenir en la creación de una sociedad nueva, reformulando las antiguas estructuras, generando una convivencia más humana, respetuosa, más amorosa, entre personas capaces de abrir sus mentes y sus corazones a la diversidad y riqueza intrínseca en los conocimientos de los Pueblos Originarios y demás culturas que no se han vivido como propias, y son parte importante de nuestra sociedad.
«La interculturalidad nos invita a un proceso esencialmente transformador, un proceso a través del cual podamos renacer como personas que se disponen a re-aprender a limpiarse de estructuras internas castrantes, a deconstruirse, decolonizarse y orientarse hacia nuevos paradigmas»
Si efectivamente tomamos este desafío y traspasamos nuestros prejuicios, al momento de compartir una conversación, una ceremonia o cualquier otra instancia de encuentro con personas de cosmovisiones diferentes a las que conocemos, podremos vivenciar la maravillosa experiencia de abrirnos a comprender más allá del intelecto aquello que la otra persona nos está entregando, nos está mostrando; esta me atrevería a decir, no es primeramente una experiencia intelectual sino una experiencia de apertura y comprensión emocional-espiritual a través de la cual nos permitimos incluir en nuestras vidas nuevas percepciones de la realidad y en ellas nuevos sustentos para nuestro caminar personal. Claramente también, respuestas y nuevas propuestas de soluciones a las problemáticas de la sociedad actual.
Vivenciar la interculturalidad como una práctica honesta y profunda transforma ciertamente nuestras vidas y puede transformar una sociedad.