En la penumbra de un monte alto, bajo una luna haciéndole cumbre, apareció el chupacabras. Con su mirada hechicera, y el hocico húmedo, un pelaje oscuro y brillante. El aspecto del típico animal que asusta, pero su apariencia nada tenía que ver con sus verdaderas intenciones.
«En la penumbra de un monte alto, bajo una luna haciéndole cumbre, apareció el chupacabras. Con su mirada hechicera, y el hocico húmedo, un pelaje oscuro y brillante»
Sigiloso se adentró en el corazón del terreno boscoso, pretendiendo no ser visto. Buscaba luciérnagas. Una oveja desorientada del rebaño, lo tocó con la cabeza, él le acarició el lomo y siguió con su tarea. Un isleño oculto en el Yuyerío largo, observó como la alimaña se sentó y el mamífero que tenía el pelaje sucio de barro y cardos rosados, se acercó más, emitió un balido suave, el chupacabras lo abrazó.
El hombre al contemplar la escena se incorporó procurando hacer el menor ruido posible, para alejarse, entendiendo que el carnero ya no le pertenecía. De repente sintió unas garras en la espalda, y se arrodilló intentando pedirle a sus dioses que le otorgaran una muerte rápida.
Al alzar la vista, la criatura lo miraba fijo a los ojos.
«Para que ninguno de los tuyos sepan que me viste, tendré que matarte»
El hombre atónito, lo escuchaba sin reparar en lo que le había dicho, sino más bien en que éste pudiera comunicarse en su misma lengua.
«¡No me mates, por favor! Te lo regalo, señalando el carnero, te traeré más».
No quiero tus ovejas replicó, no me alimento de ellas. Ustedes piensan que yo necesito sangre para vivir, no es así. El hombre muerto de miedo le preguntó que hacía en el monte entonces.
«Busco algo mucho más valioso: la esencia de la libertad. Esa es mi única fuente de sustento».
Todas las noches, mientras ustedes duermen, yo embrujo a sus perros y camino en silencio por la estepa, capturando luciérnagas gordas y luminosas. Con cuidado las agarro y las sostengo entre mis dedos, sintiendo cómo la luz se desvanece en mí. Cada vez que absorbo su luminosidad, puedo sentir mi espíritu desatarse y volar libre. Todos me temen por los rumores que tejieron a mi alrededor, me imaginan como una amenaza, me culpan de robar su ganado. Yo solo quiero liberar la luz atrapada en cada lampírido para que puedan volar más alto que nunca.

«Todas las noches, mientras ustedes duermen, yo embrujo a sus perros y camino en silencio por la estepa, capturando luciérnagas gordas y luminosas»
El isleño lo escuchaba en silencio, este críptido era una criatura hermosa, por el contrario de como lo pintaban. De repente se vió, alejándose de los prejuicios y las historias que había escuchado. Poco a poco, comenzó a comprender su verdadera esencia y búsqueda por liberar la luz de los bichitos.
Con lágrimas en los ojos, que al principio brotaban de miedo, luego de entendimiento, dejó que el Chupacabra absorbiera la luz de una luciérnaga en sus manos. Al hacerlo, sintió que una conexión se establecía y su propia esencia de libertad se liberaba. En ese momento comprendió, que la bestia no era una amenaza, sino un símbolo de esperanza y libertad.
El hombre le prometió contar la historia por más que lo tildaran de loco y fabulero. Reivindicar su figura ahora era su gran misión.
…
-Y por eso hoy te lo cuento a ti niña Flor– me dijo Ernesto guiñándome un ojo.
-¡Guau, vos eras el isleño!, solté maravillada.
Mi abuela, que también escuchaba la historia sonrió.
Corrí a campo abierto a buscar luciérnagas, para que me encontrara el chupacabras.