Si hubiera sabido que aquel día sería el de mi muerte, tal vez hubiera hecho todo diferente, puede que incluso hubiera repetido todo tal cual la primera vez, pero no lo sé con seguridad. Cada día es diferente, a veces estoy feliz de que al fin ocurrió, otras veces me arrepiento hasta que mi garganta se irrita por sollozos que nadie escuchará.
Todo puede cambiar en cuestión de días, horas, minutos e incluso segundos. Como yo, que sólo necesite cuatro segundos para enfocar mi vista y enamorarme perdidamente de aquella mujer que sería mi salvación y a la vez mi perdición.
Aún no tengo claro cómo fue que ocurrió, es cómo si toda mi vida fuera un sueño que se olvida al transcurrir el tiempo. Sólo espero que ese par de ojos hermosos queden en mi memoria por la eternidad. Y, si no es posible, que al menos queden en mi recuerdo todas aquellas sensaciones y sentimientos que provocó en mi más profundo ser.
«Si hubiera sabido que aquel día sería el de mi muerte, tal vez hubiera hecho todo diferente, puede que incluso hubiera repetido todo tal cual la primera vez, pero no lo sé con seguridad»
El tiempo transcurre y no necesito dormir, comer, ni respirar. Es como si existiera pero al mismo tiempo como si no lo hiciera. Siento mi cuerpo flotar, pero ni idea de cómo si no hay nada en que hacerlo.
Pequeños recuerdos invaden mi mente pero son tan fugaces que no los alcanzo a agarrar antes de que se me vuelvan a escapar.
Por un instante me veo en un parque, con el pelo en el pasto y sol que llega a mi cara y calienta mi cuerpo lentamente, me agobia un poco y para evitar que mi vista se queme estoy con el brazo sobre mi rostro.
Mis sentidos se agudizan y escucho árboles, hojas moverse y un pájaro en una delgada rama que está a punto de colapsar por su peso, nada extraño más allá de mis pensamientos hasta que mis sentidos son interrumpidos por la voz de una mujer…
De ella, su voz diciendo que lo ama, que lo odia y que no lo quiere ver más. Aparto el brazo de mi rostro, enfoco mi vista y sólo necesito esos cuatro segundos para enfocar mi visión y ver esos hermosos ojos por primera vez.
El recuerdo se desvanece tan rápido como llegó y aunque intento ver más allá de él, no puedo.
Me carcome. Porque quiero saber que sucede después. No, no lo quiero. Lo necesito para saber porque terminé así, ¿por qué de amarla llegué a este punto?, ¿por qué morí?, ¿por qué no recuerdo lo que pasó? Sólo necesito tiempo, sólo eso… y ahora que estoy sumido en una constante eternidad el tiempo no me faltará nunca más.
«¿Por qué de amarla llegué a este punto?, ¿por qué morí?, ¿por qué no recuerdo lo que pasó?»
En alguna parte del vacío otro recuerdo me consume. Una casa. Un patio. Y una gran familia comiendo y riendo alrededor de una gran mesa con carnes, papas y ensaladas. Ella, sonriendo con dulzura, pero sin decir una palabra, mirando cabizbaja como si algo le faltará. Y yo, caminando por fuera. En la acera. A un paso que se acelera cada vez más. Yo. Con mi pelo corto al viento a punto de tocar con la yema de mis dedos el timbre de la hermosa casa donde se encuentra esa bella alma abandonada.
Y el recuerdo se vuelve a desvanecer, se evapora al contacto con mis dedos ¿qué habrá pasado después? No lo sé. ¿Habré llegado donde mi amada? Ni idea.
Tal vez la abracé y le dije que no se sintiera de tal manera, que en lo más profundo de mi ser, me dolía y ardía a tal nivel que me costaba respirar. Que no me gustaba verla así, apagada como si la luz de esos hermosos ojos que tanto admiraba se oscureciera sin remedio.
Tal vez incluso sólo me quedé callado, abrazándola, esperando a que su brillo volviera a resplandecer. Pero como dije… no lo sé.
Al vivir en este constante sueño eterno, todo desaparece sin saber siquiera que estuvo presente alguna vez.
Así, poco a poco, cada recuerdo, cada sonrisa, cada lágrima y cada pensamiento fue consumiendo mi ser junto a mi alma. Las partes de mi cerebro se activan a medida que transcurre el tiempo… y cada vez me comienzo a sentir cómo antes, a pensar como antes a querer e incluso a odiar como antes. Antes de mi muerte, antes de mi amor, incluso antes de tener algo de conciencia sobre mí mismo, antes de todo.
Mi pasado se hace cada vez más presente, tal vez es bueno, o incluso puede que malo. No lo sé con claridad, ya que al ser este mundo una gran incógnita llena de matices, diferenciar lo bueno de lo malo no es tan sencillo como se cree.
Al menos, en ese entonces… no lo fue para mí, y tampoco para ella, ¿si le hice daño? Pues sí, era inevitable, ¿si me hizo daño? Pues sí, también era inevitable. ¿Si me arrepiento? sí, ¿cómo no lo haría? la amaba, nunca fue mi intención dañarla. ¿Se arrepiente? no lo sé, pero no lo creo, en el fondo siento que para ella fue un alivio deshacerse de mí.
No tengo claro cómo sucedió, aún. Ese recuerdo aún se hace polvo cuando intento sujetarlo, pero cada vez me acerco más y más a saber la verdad. A entender por fin, ¿por qué cada vez que me acerco al recuerdo, veo sus ojos, aquellos tan hermosos que tanto amé? pero mientras la veo, no, mientras la admiro, ¿por qué siento un calor punzante en mi estómago mientras un líquido se desliza por mi pierna? Sé que ella lo hizo, me mató y me dejó en esta eternidad por siempre, pero quiero saber la razón, ¿acaso nuestro amor no era suficiente? ¿O acaso fui yo quien sintió demás?.
«No tengo claro cómo sucedió, aún. Ese recuerdo aún se hace polvo cuando intento sujetarlo, pero cada vez me acerco más y más a saber la verdad. A entender por fin, ¿por qué cada vez que me acerco al recuerdo, veo sus ojos, aquellos tan hermosos que tanto amé?»
Intento repasar todo en mi mente una vez más. Piensa, piensa, piensa… me digo sin parar. Una casa, un timbre, pero no lo toco, más bien rodeo todo y no sé qué sucede luego. Pero aparezco en una habitación. Su habitación. ¿Habrá sido nuestra para ese entonces? Eso espero.
La veo entrar al cuarto mientras yo estoy junto a la puerta, más bien detrás de ella, esperando… para sorprenderla, pero otro vacío llega y para cuando vuelvo a recuperar el recuerdo ahí está ella mirándome con esos ojos hermosos, pero ese brillo que tanto me encantaba, aquel que me enamoró, se había esfumado, y solo quedaba en ellos… miedo.
Más abajo, en su mano, un cuchillo. Punzante en mi estómago clavado, mientras un gemido escapaba de sus labios. Intenté mantenerme de pie, mientras me sostenía con sus delgados brazos, que aunque lo intentan no lograrían detener lo inevitable; moría, me desvanecía poco a poco y lo último que vi fueron sus ojos, y lo agradezco.
Pero ¿por qué? ¿acaso merecía esto? Hay veces que pienso que sí. Aunque… sólo quería estar con ella, hacerla feliz y ser el motivo de sus más dulces risas y sonrisas, más no sabía que tener un amor no correspondido podía terminar así, que ir a sorprenderla podía asustarla, tal vez no lo pensé bien, a veces me pregunto, si tendría un destino diferente, si en vez de adorarla desde lejos… le hubiera hablado primero.
Si le hubiera hablado primero… ¿Nunca me acerqué, cierto? Pero yo la amaba, ¿acaso ella no a mí?
Y entiendo al fin que fue lo que pasó.
Desde lejos. Así que era todo desde lejos. Me estaba arriesgando a ser descubierto pero no me importaba, lo haría por ella una y mil veces. Aunque no me quisiera allí con ella, o más bien no supiera que estaba cerca.
Aún así estaría pendiente de todo, lo importante y lo que para ella resultaba indiferente. Desde su alergia a las nueces, hasta cuantas cucharadas de azúcar le gustan en su café. Desde que va al gimnasio cada día a las seis de la mañana, hasta saber que por cada ejercicio descansa un minuto cronometrado por reloj.
Lo sabía todo. La amaba. Me preocupaba. Estuve allí con ella demasiado tiempo, el problema fue que ella no estaba consciente de mi presencia.
Pero quería cambiar eso, de verdad quería hablarle. Por eso fui esa noche a su casa, ya había ido otras veces, claro que no mientras ella estuviera allí. Pero quería acercarme a ella por fin. Luego de un año imaginando escenarios, quería vivir la historia que tanto esperaba.
Nunca imaginé que tal cosa sucedería. Que se asustaría tanto como para enterrar un cuchillo, para… acabar conmigo. No sé qué esperaba en realidad, ¿hablar? Era un extraño. A sus ojos un ladrón. O peor, un acosador.
Si le hice daño me arrepiento, y sé que lo hice. En el fondo sigo imaginando que pudo haber pasado, si hubiera hecho todo diferente.
Pero acepto mi final, lo merezco.
Y cuando lo admito esa nada llena de recuerdos donde flotaba comienza a desaparecer, llevándose los últimos atisbos de vida que quedaban de mi ser.