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Hace unos 15 años, me tocó trabajar en una de las poblaciones más vulnerables de la región metropolitana. Mi trabajo era un rol bastante menor dentro de un proyecto a mediano plazo, pero me permitió conocer de cerca la realidad de las familias que vivían en ese lugar. En ese tiempo, teníamos reuniones periódicas en la junta de vecinos, liderada por un hombre cuyo nombre no recuerdo, pero que de apariencia era lo más parecido a Chuck Norris que me ha tocado ver en vivo y en directo.

En esos largos conversatorios, los vecinos nos contaban cómo veían su barrio en la actualidad y cómo quisieran verlo en el futuro. Ya en aquellos años, el gran problema era cómo el narcotráfico se había hecho con el control del lugar. según nos decían los vecinos, los más jóvenes tenían como principal anhelo poder ser parte de las “pandillas” que controlaban el sector, y a las cuales tuvimos que pedir autorización para poder desarrollar nuestro trabajo sin problemas.

En uno de los operativos de limpieza barrial que realizamos, los amigos narcos mandaron colaciones para todos los vecinos que participaban del operativo, a modo de premio por su labor y, supongo, también como recordatorio de que ellos siempre estaban presentes.

Revista Online Para Conversar

«En ese tiempo, teníamos reuniones periódicas en la junta de vecinos, liderada por un hombre cuyo nombre no recuerdo, pero que de apariencia era lo más parecido a Chuck Norris que me ha tocado ver en vivo y en directo.»

Detrás del arco sur de la multicancha, había decenas de billeteras vacías, las cuales habían sido sustraídas por muchachos del sector, quienes eran tan veloces como sigilosos.

Una de las vecinas me comentó que su hijo tenía serios problemas de adicción a la pasta base y que ya le había robado todas las cosas de su casa para poder seguir consumiendo. Para ella, esto era aún más complejo, dado que tenía que convivir no solo con el dolor de ver a su hijo en esas condiciones, sino también con una seria afección a su rodilla, la cual tenía carácter degenerativo y que eventualmente la llevaría a la muerte de no tener un tratamiento pronto y efectivo. Tratamiento que, estaba claro, no iba a obtener, ya que los tiempos de espera que le habían dado en el consultorio eran irrisorios y ella no podía pagar un tratamiento en una clínica privada.

«Una de las vecinas me comentó que su hijo tenía serios problemas de adicción a la pasta base y que ya le había robado todas las cosas de su casa para poder seguir consumiendo.»

Un hombre de fe diría que la vida de esa pobladora estaba en manos de Dios. Sin embargo, la solución a sus problemas vino de la mano del mismísimo Lucifer (figurativamente, claro, no vaya a pensar que este es un relato místico), ya que quien se ofreció a pagar su tratamiento no fue otro que el «Pablo Escobar» local, el amable vecino narco que tenía el dinero fresco para pagar por curar esa pierna que, de no sanar, solo se estiraría para dar su último suspiro.

Qué buen vecino…

Meses después, organizamos un evento masivo para celebrar algunos hitos del programa en el que trabajaba. No teníamos mucho presupuesto, pero ganas no faltaban, así que invitamos a los vecinos y a las autoridades locales a esta fiesta. En esas cosas que solo yo me acuerdo, me tocó oficiar de maestro de ceremonias, para lo cual me puse el único terno que tenía y me planté detrás de una caja de herramientas cubierta con una bandera, la cual hacía las veces de podio.

«Un hombre de fe diría que la vida de esa pobladora estaba en manos de Dios. Sin embargo, la solución a sus problemas vino de la mano del mismísimo Lucifer (figurativamente, claro, no vaya a pensar que este es un relato místico)»

Ese día hubo no menos de 35 grados a la sombra. Unos valerosos niños vestidos de huaso lo dieron todo zapateando el baile patrio. Algunos vecinos compartieron emotivas palabras de agradecimiento, pero en la primera fila había varias sillas vacías. ¿Adivina quién no llegó a la fiesta? Pues adivinaste bien: ni la primera autoridad de la comuna ni los miembros del concejo asistieron a la actividad, dado que el mensaje que les envió su equipo de avanzada fue que había poca gente, por lo tanto, no valía la pena ir. Pero a la gente no le importó, porque aparte de lo que nosotros llevamos, hubo un acaudalado vecino que se puso con más cosas para comer. Y ya que agarraste bien los dotes de vidente, te imaginarás quién fue.

Qué bueno es el vecino…

Pasamos un tiempo más en el barrio y nos fuimos cuando se nos acabó la pega. Total, éramos una empresa externa y nuestra relación con ellos se extinguía cuando se acababa el contrato, no así la relación que tenían entre los vecinos, la cual era de bastante más largo aliento.

No había vuelto a pensar en las personas de ese barrio de la capital. La verdad es que la vida pasa y uno va dejando en el olvido ciertos episodios para dar espacio a nuevas experiencias. Pero hace muy poco, y nuevamente por motivos de pega, me tocó ir a un sector devastado por un voraz incendio, al parecer provocado por un esforzado trabajador que vio en este tipo de incidentes la posibilidad de cobrar unas cuantas horas extras.

Pocos meses han pasado desde el día en que la otrora ciudad jardín se convirtiera en un infierno, un infierno que tuvo como consecuencia la muerte de más de un centenar de personas.

Oscuro fue el relato que una pareja de ancianos me hizo sobre como vieron morir calcinados a sus vecinos, como debieron abandonar todo, para poder salvar sus vidas, pasar días y días en un albergue, recibiendo todo el apoyo de la sociedad organizada, de los medios de comunicación, de la empresas privada, de todos!!!

De todos, pero un ratito, un ratito corto hasta que la pauta informativa encontró un nuevo tema y de ellos, nunca más nadie se acordó.

Usted pensaría que en el lugar estarían desplegados operativos estatales 24/7 para dar cuenta del proceso de reconstrucción del lugar. Pues no, el estado brillaba por su ausencia, el proceso de reconstrucción estaba siendo llevado a cabo por los propios vecinos del sector, algunos por su cuenta y otros siendo ayudados por algunos vecinos muy emprendedores, con negocios muy lucrativos, que también estaban construyendo sus casas en el mismo sector. Solo que sus casas eran un poquito más grandes que las de sus vecinos y con un poco más de comodidades que las del resto.

Mire qué buenos son los vecinos…

Dos barrios, dos ciudades, 15 años de diferencia, la historia no se repite pero rima, hoy nos preguntamos qué fue lo que pasó, cómo llegamos a esta crisis, cómo fue que los emprendedores vecinos se hicieron del control de los barrios.

Claramente yo no soy experto en el tema, pero quizás esas sillas vacías de la primera fila puedan darle a usted algunas luces de por qué las lealtades de muchas personas no están con los ausentes, sino con los que siguen estando presentes en el lugar.

Aunque eso signifique hacer un pacto con el diablo…

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